jueves, 31 de marzo de 2022

Despúes del ruido

Hace años que no escribía aquí. Y hoy, tampoco tengo del todo claro por qué lo hago. Tal vez porque necesito ordenar el caos, o simplemente dejar que algo dentro de mí hable, sin filtros ni consignas.

Por esta vez, me alejaré de la política, esa que suele dominar mis textos cargados de rabia, justicia y desvelo, y que muchas veces disfraza lo que realmente me habita. Hoy quiero hablar de otras cosas. Del amor. De la alegría. Del dolor. De las sonrisas… y del odio. Palabras que, al escribirlas, siento como si fueran extremos de una cuerda que me atraviesa. La dicotomía que soy.

Cuando terminó mi relación de toda la vida, sentí que el mundo que conocía —el que había construido ladrillo por ladrillo— se desplomaba en cámara lenta. Volví al cigarro. A la soledad. A ese rincón oscuro que nadie te enseña a habitar. Tuve días en que deseé que todo fuera un mal sueño, como cuando una tragedia sacude tu vida y te sientes fuera de ti, observando tu propio derrumbe desde afuera. En medio de ese naufragio, empecé a notar algo inesperado: pensamientos ilógicos, sensaciones nuevas, emociones que desafiaban toda explicación racional.

Y entonces apareció ella.

Nunca imaginé que la tendría entre mis brazos. Que la besaría. Que la amaría como si fuera la primera vez en mi vida que el amor existiera. Ella no sólo trastocó mis días, también desafió lo que yo mismo había escrito antes sobre el amor: ese discurso que me protegía, que lo explicaba como un fenómeno químico, un constructo patriarcal y capitalista. Pero hoy no puedo negar lo que siento. Cuando la veo, me falta el aire. No es una metáfora. No es una enfermedad. Es ella. Su rostro, su sonrisa, que aparecen al terminar la noche y al comenzar el día, como un eco constante que no se va.

Entonces me pregunté: ¿Qué me pasa?

Y me respondí: me enamoré.

Por primera vez, sin prejuicios, sin armaduras ideológicas, sin miedo.

¿Y qué se hace con esto?

Vengo de una comuna estigmatizada, nací en una casa de madera vieja, sin privacidad, casi a punto de caer. Jugaba solo, soñando con un mundo más grande que yo. No lo entendía entonces, pero me esperaba una vida de lucha permanente. Cada meta alcanzada era una cordillera. Y al cruzarla, se alzaba el Everest.

Mi vida ha sido eso: una mezcla intensa de alegrías, dolores, sonrisas y odios. Pero por ella —por este amor nuevo, claro y sin culpa— quiero transformar el odio y el dolor en algo distinto. En amor. En alegría. En sonrisas.

Y sí, sé que la historia me ha enseñado a resistir más que a amar, pero por primera vez en mucho tiempo, me pregunto con esperanza y sin cinismo:

¿Venceremos?

viernes, 30 de marzo de 2018

INFAMIA RADICAL: LA DUDOSA ACTUACIÓN DEL EX MINISTRO, CORRELIGIONARIO CAMPOS.

Para el radicalismo, que nace luchando por justicia, que sufrió en carne propia las violaciones a los derechos humanos, constituye una deshonra espantosa ver en el día de hoy que la prensa indique que aparentemente el último Ministro de Justicia de Michelle Bachelet, seria quien habría boicoteado el cierre del penal Punta Peuco, ad portas del final del gobierno de la Nueva Mayoría.

Ese ex ministro, se llama Jaime Campos, es militante del Partido Radical.

Si esta situación es lamentablemente verdadera y el correligionario, realizó, o para ser más preciso, NO HIZO NADA para promover nuestros ideales en el gobierno, nuestro gobierno, como nuestro ministro, entonces cabe preguntarse:

¿Qué hemos hecho como radicales, para enterrar a la tiranía y sus deleznables redes de corrupción?
¿Qué hemos hecho como radicales, para terminar con las injusticias actuales y pasadas en Chile?
¿Qué hemos hecho como radicales, para cerrar Punta Peuco?

Quedará en nuestra conciencia esa respuesta y significara un doloroso llamado para volver a la urgente lucha, disciplinada y consecuente, que nos requiere el país.

Hace poco tiempo, me tocó hablar sobre la indisciplina política. Este punto fundamental, en un partido que se caracteriza por no dar órdenes, en confiar en la calidad doctrinaria de sus militantes, está llevando a la relativización del radicalismo, en convertirlo en nada, en una bazofia electoral que acepta toda injusticia. Por ello es un cáncer dentro de cualquier colectividad y especialmente en el radicalismo, el antiguamente llamado "partido de los ideales". Sin ideales, no tendremos nada. No seremos nada.

¿Cómo puede funcionar un partido, si sus máximos exponentes públicos como son aquellos que gobiernan Chile en nombre del partido, no siguen el actuar propio de un radical, donde sus militantes actúan cada uno según su propia conveniencia, sin tener un marco ideológico?

Eso sencillamente no funciona, y no importa en lo absoluto cualquier clase de argumento improvisado que dé el ex ministro Campos. CUALQUIER RAZÓN PERSONAL, SE DERRUMBA FRENTE AL ACCIONAR COLECTIVO, frente a la lucha que ha llevado el Radicalismo en su historia, donde perpetuar los privilegios de una elite, es la antípoda a la construcción de un Estado con una política popular y en servicio de los más desposeídos. El accionar del ex Ministro Campos, en posesión del poder, es obra de quien lleva años sin militar activamente, sin participar de una asamblea, sin pisar la sede del Partido, o mucho menos estar en contacto con las bases Radicales, lo que al final te desconecta del sentir popular, te desclasa, y pasas de formar parte de una democracia a representar los intereses de una aristocracia, priorizar por sobre lo colectivo, los deseos personales.

De no reivindicarse públicamente, hoy Jaime Campos pasa a la Historia como el Traidor de la Presidenta, un desviado del radicalismo, y por ello deja de ser un Correligionario.

Porque no es posible para ningún radical, llamar "correligionario" a una persona que siendo Ministro de Justicia, le negó a todo un pueblo, a todo su partido, precisamente la Justicia. Acto cobarde digno de la derecha más reaccionaria, de los esbirros de la tiranía, no de un ciudadano demócrata, mucho menos de un auténtico militante radical.

Por ello, exijo como chileno y radical, explicaciones públicas a la brevedad, de usted señor Campos. No solo de este bochorno, sino de su actuar total como ministro y si dichos actos se condicen con nuestros magnos ideales. Es una obligación ética ineludible, que dé estas explicaciones públicas a la ciudadanía toda, a las bases radicales, y al Comité Ejecutivo Nacional del Partido Radical. De no ser así, o si las explicaciones fueran insuficientes, el partido deberá proceder a su inmediata expulsión, porque a diferencia de nuestro país, que ha tenido la desdicha de soportar esta clase de injusticias durante tanto tiempo, el radicalismo no las cobijara en su seno y las erradicará allí donde se encuentren.

A mis correligionarios de corazón, sepan que siento al igual que ustedes plena vergüenza de este hecho, pero eso no debe afligirnos. Al contrario, debemos ser una voz estruendosa que no se acalle jamás frente a la ignominia. Estamos llamados a restaurar la verdad, la justicia, y a hacerla sentirse más fuerte que nunca. De nosotros depende.

Se despide
Felipe Alvear Cordero

jueves, 17 de marzo de 2016

Ideologizar en las municipales

Desde pequeño siempre me extrañó ver carteles de candidatos donde no se podía ver el logo de su partido o simplemente su no participación partidaria, era imposible (para un niño de menos de 14 años incluso) comprender como alguien podría votar por él, sí en estricto rigor no sabe cuál es su pensamiento, ni las causas que defiende.

Hoy, observando el actual escenario político, donde existe un descontento generalizado hacia los partidos políticos y quienes los componen, problema que se acentúa y evidencia en las campañas. La gran mayoría de las candidaturas se presentan sin su color político para dar una cierta “apariencia de independiente”, de una persona alejada de la “vieja política”. Esta situación se ve con mayor fuerza en las Elecciones Municipales; debido a que en las de CORE, parlamentarias y presidenciales, algunos (no todos) sustituyen el logo del partido por la o el candidato presidencial de la coalición, aprovechando que todas aquellas elecciones son en simultaneo.

Entonces me pregunto ¿Acaso no tiene importancia las ideas fuerza que tenga un candidato a concejal o a alcalde?, ¿Acaso solo importa su apariencia física o el apellido que tiene?, y finalmente ¿Acaso es tan mal vista la administración comunal? Algunos responderían a lo segundo que sí, debido a reconocidos casos de “personajes de la farándula” que se insertan en la política a través de las elecciones municipales, pero su aporte real y tangible es muy por debajo de lo que ameritan ser concejal o alcalde. A su vez, cabe considerar que este año, en comunas donde son electos 10 concejales, las cedulas de votación serán largas nóminas de candidatos, lo que se reflejará también en muros, postes y plazas llenas de carteles de caras y nombres conocidos y por conocer.

Por lo anterior, se hace imperioso que la ciudadanía sepa cuál es el partido y/o las causas que defienda como persona, como candidato. El desafío de la juventud es, justamente, ideologizar nuevamente a la población, llenarla de ideas y sueños, para cambiar Chile debemos avanzar hacia un país tolerante, integrador y respetuoso, discutir de izquierdas, centros y derechas, de modelos económicos, de Estado. No podemos seguir indiferentes ante la política y separarla de aquellos que la han ocupado para beneficio personal, nos enfrentaremos en unos meses a elecciones municipales, donde los partidos no han tratado de hacer ningún esfuerzo para incluir nuevos rostros, los esfuerzos los han hecho la militancia joven, paso a paso hemos posicionado nuestro discurso en la asamblea comunal, en los regionales, a nivel nacional y en la calle, pero lejos del dogma de “juventud = bueno”, aquí no exigimos nada por la edad, somos trabajadores, estudiantes, profesionales, técnicos, sindicalistas con las manos limpias, con trabajo honesto y abnegado en las bases.

Somos la generación que ha visto la peor cara de los políticos que se decían demócratas y se golpeaban el pecho con la vuelta a la democracia, esos mismos que le han fallado una y otra vez a nuestro pueblo, somos la generación que realizará los cambios en Chile, hijos de obreros, trabajadores y profesores; somos jóvenes que saben perfectamente que falla en la calle, en el barrio, en nuestra comuna. Por ejemplo, somos los que volvemos todos los días a nuestros hogares en transporte público, desde o hacia la periferia Santiaguina, o entre Concepción y Coronel – Lota, o desde Chillán hacia las comunas rurales donde la última locomoción sale a las 6 de la tarde; somos los que vivimos en carne propia las falencias de un sistema educacional que discrimina por situación económica; somos los que hemos luchado el triple por ganarnos un espacio, frente a quienes hoy ostentan esos cargos o quienes eligen los caminos fáciles, corrompiéndose para llegar allí.

Porque no somos un grupo iluminado que da soluciones desde su escritorio en una gran empresa o en su “casita del barrio alto”, esa es la diferencia de nuestra generación con la ellos, eso es lo que nos separa de los vicios de la política “en la medida de lo posible”, hemos crecido viendo un país desigual e injusto. Por esto podemos hacer campaña mirando a los ojos, abrazando y compartiendo con el vecino que hemos visto toda nuestra vida, porque no llegamos de aparecidos a la población. Somos los jóvenes que de la nada y con muy poco, hemos comenzado a construir desde nuestros hogares hacia nuestros barrios y comunas, un mejor Chile. Y “comenzando” porque esto no termina acá, porque lograremos un Chile de Todos, más justo y solidario, aún con la adversidad imperante; porque no nos mueve el poder o el dinero, nos mueven nuestros sueños y los sueños de aquellos que confían en nosotros. ¡Y lo lograremos!.

Felipe Alvear. Candidato a Concejal de la Juventud Radical por La Cisterna.

Ricardo Trostel. Candidato a Concejal de la Juventud Radical por Concepción.

lunes, 8 de febrero de 2016

Estado, iglesia y educación

Año tras año, con desconcierto —y para muchos, con creciente molestia— vemos desfilar a las más altas autoridades del Estado chileno en diversas celebraciones religiosas: desde el tedeum hasta las misas de Navidad, pasando por actos ecuménicos y liturgias públicas. Estos eventos, organizados o financiados con recursos fiscales, no son simples gestos protocolares; son expresiones visibles de una relación que debería haberse disuelto hace casi un siglo: la del Estado con la Iglesia.

Se supone —y está consagrado en nuestra historia republicana— que Chile es un Estado laico. La Constitución de 1925, gracias al impulso del liberalismo laico liderado por los radicales, proclamó oficialmente la separación entre Iglesia y Estado. Sin embargo, cabe preguntarse seriamente: ¿se ha materializado realmente ese “divorcio”? La respuesta es, lamentablemente, negativa.

Uno de los espacios donde esta contradicción se vuelve más evidente es el sistema educativo. En teoría, el libre ejercicio de culto garantiza que nadie sea adoctrinado. En la práctica, muchos niños en escuelas públicas —sostenidas con fondos del Estado— reciben formación religiosa obligatoria, a menudo impartida desde una sola perspectiva doctrinaria, sin espacio para la reflexión crítica ni para el pluralismo espiritual.

Más aún, quienes deciden no participar de estas clases no encuentran una alternativa real. Lo viví personalmente en 2013, cuando opté por eximir a mi hija del ramo de religión. La solución del establecimiento fue relegarla a actividades sin valor formativo —como pintar libros infantiles en la biblioteca— o, en el peor de los casos, mantenerla en el aula con la orden explícita de “no escuchar” la clase. ¿Puede alguien pedirle a una niña de siete años que no escuche mientras canta la profesora? ¿Este es el estándar de respeto a la libertad de conciencia?

La situación resulta aún más preocupante cuando observamos que parte del cuerpo docente actúa no solo como transmisor de conocimientos, sino como agente de evangelización. Panfletos religiosos repartidos en horario escolar, rezos colectivos, y una visión moral homogénea impuesta a estudiantes de diversas creencias (o sin ninguna) son prácticas que persisten, especialmente en zonas donde la fiscalización es débil y el conservadurismo cultural es fuerte.

Este escenario nos plantea una pregunta de fondo: ¿qué clase de ciudadanía estamos formando si no respetamos la diversidad de pensamiento desde la infancia? Un Estado verdaderamente laico no adoctrina; educa en la libertad. No impone credos; garantiza la posibilidad de elegirlos o rechazarlos. No favorece una religión; promueve el respeto mutuo y la convivencia plural.

No se trata de atacar las creencias personales. Al contrario: defender el laicismo es precisamente proteger la libertad de cada persona a creer —o no creer— sin interferencias del Estado. La religión debe ser una elección íntima y familiar, no una imposición institucional. En esa lógica, las clases de religión deberían ser optativas, y quienes no deseen cursarlas deben tener la misma carga horaria dedicada a otras materias formativas, no a actividades marginales.

Al ver cómo las instituciones del Estado aún se arrodillan simbólicamente ante el altar, muchos nos sentimos en retroceso. Como si los logros de 1925 fueran letra muerta. Como si volviéramos a una época en la que disentir con el dogma era peligroso. A veces, incluso al escribir estas palabras, me pregunto si debo moderar el tono para no ofender sensibilidades religiosas o evitar la censura. Pero no. El miedo a decir lo evidente es parte del problema.

La única forma de superar ese miedo es con una educación distinta: una que enseñe a pensar, no a repetir; a dudar, no a obedecer ciegamente. Necesitamos un país libre, sin dogmas institucionales, en el que el Estado garantice una verdadera neutralidad religiosa. Solo así construiremos una democracia madura, inclusiva y coherente con sus propios principios.

martes, 5 de enero de 2016

Discurso aniversario 98 años JR

Correligionarias, Correligionarios y simpatizantes, estamos reunidos esta noche entorno al aniversario número 98 de nuestra Juventud Radical de Chile y hoy para mí estas palabras tienen un especial y emotivo significado, es el último aniversario que realizo como Presidente Regional Metropolitano de la Juventud.
El video que acabamos de ver, quiso reflejar plenamente el espíritu de nuestra región y de lo que ha sido nuestra gestión, el espíritu americanista y republicano, aquel que compartieron Bolívar y O’Higgins, aquel que comparte la República Bolivariana de Venezuela, aquel que compartimos tantos hoy en este lugar.
Hace poco en el comité Interamericano celebrado en Colombia, nos reafirmamos como bloque político juvenil el deber de luchar por la paz y la unión entre pueblos. Estos saludos fraternos, no hacen más que reafirmar aquel camino que nos hemos planteado como juventud, hoy, que vemos como la derecha fascista vuelve a ganar espacios en nuestro continente. Esto nos convoca a la obligación moral  de entregar una Latinoamérica unida ,y fuerte, donde las juventudes políticas de izquierda avancemos para encontrar esa justicia social tan anhelada y que tantas veces se nos ha negado como pueblo. 

El año 2012 llegué a ocupar este cargo lleno de sueños e ideas, comencé este largo camino cuando en la región éramos pocos, éramos más ideas que personas, más palabras que acción. Habiéndome formado en la Asamblea de La Cisterna supe que debíamos hacer un cambio, un cambio Radical. Hoy podemos decir con orgullo que esta es una región completamente distinta
Miren a su alrededor… miren cuantos jóvenes hay aquí, miren a cuantos no conocen y eso no es malo, es señal que hemos crecido y lo ¡seguiremos haciendo!

Pero este trabajo no ha sido sólo de una persona,  como olvidar quien ha sido un gran correligionario, militante desde los 14 años, Thomas Córdova con quien iniciamos esta aventura del regional el año 2012 y hoy es uno de los más destacados miembros del CEN, o quien ha realizado la labor en la secretaria del regional desde el 2014, correligionario Juan Ignacio Cornejo, con trabajo en la comuna, en la calle,que es precisamente donde no estamos actualmente los Radicales, donde faltamos, donde la gente nos necesita más que nunca, volver a la Calle es la tarea obligatoria que tenemos pendiente ¡Volvamos a recuperar el amor por participar de la organización vecinal, los clubes sociales, culturales y deportivos de barrio 

Las organizaciones de base nos necesitan y nosotros a ellas. Chile necesita el Radicalismo, y nuestra tarea hoy es que cada ciudadano sepa que el radicalismo sigue siendo una  fuerza de cambio y justicia para nuestra sociedad, que nuestra Juventud sigue siendo la Juventud que cree en el Socialismo y que cada uno sepa que llegaremos a él!
Los jóvenes que acabarán con la hegemonía capitalista, los jóvenes que cambiarán este país indiferente, sumido en el consumo, seremos nosotros… los jóvenes RADICALES! 
Hoy, es mi última vez en esta instancia como presidente del consejo, incluso tengo un poco de tristeza, pero con mucha esperanza los  invito a cada uno de ustedes a retomar la difícil tarea de ser un verdadero radical, revalidando día a día nuestro compromiso hacia los valores Humanistas, Laicos y Socialistas PERO EN EL LUGAR DONDE REALMENTE  IMPORTA: EN LA CALLE y la tarea correligionarios no es fácil pues la dictadura nos legó una sociedad desmovilizada, egoísta, capitalista y cegada por los dogmas del libre mercado, donde el respeto por el ser humano está en el último lugar de las prioridades de la clase burguesa y explotadora.

Debemos tomar conciencia que el camino no es seguir personas, intereses mezquinos o egos trasnochados que sólo nos dañan. Después de 150 años debemos entender que las divisiones ya le han hecho demasiado mal al Radicalismo. No volvamos nosotros a repetir los errores del pasado.
Hoy estamos colocados en un tránsito histórico, como dijera el Compañero Presidente Salvador Allende, donde tenemos la gran oportunidad de poder cambiar la historia de nuestro país, de volver a politizar nuestras poblaciones, a nuestros sindicatos, volver a recuperar lo público, reconstruir  al Estado, hacerlo un eje central de la redistribución y equidad de oportunidades como en nuestros gobiernos, donde habíamos encaminado a Chile por la senda de la Justicia Social y el Laicismo; luchando contra la opresión, el autoritarismo y los dogmas… Un Chile con educación pública, laica, gratuita, universal y con una profunda conciencia social.

En torno a este recuerdo, y esta posibilidad, posibilidad real que tenemos hoy de cambiar la Constitución, debemos meter los pies al barro… Para salir a la calle no necesitamos más que nuestra voluntad y fuerza,  con la fuerza de las ideas, podremos volver con la frente en alto a las poblaciones, a los liceos y a las universidades.
Este es un llamado para todos aquellos que saben dónde está el trabajo de un partido, para aquellos que saben que el teclado es sólo una ayuda y que el verdadero trabajo se gana caminando, recorriendo las calles junto al pueblo, ahí volveremos a tener a un correligionario o a una Correligionaria Presidenta de la República, para un Chile con verdadera justicia, HUMANISTA, LAICO Y SOCIALISTA DEMOCRÁTICO.

Porque vengan otros 150 años más, que viva el gran partido de los ideales, porque vengan 98 años más de historia, que viva la Juventud Radical de Chile!

(Último discurso en aniversario de la Juventud Radical de Chile, como presidente Regional Metropolitano)

viernes, 14 de febrero de 2014

Dios y el amor: Constructos sociales

Cuando hablamos de Dios, es inevitable preguntarnos por su origen. Para muchos, especialmente desde una perspectiva atea o agnóstica, resulta sencillo afirmar su inexistencia. Una entidad omnipresente, omnipotente y omnisapiente no encuentra cabida en el método científico ni en el estudio crítico de la religión. Aunque la ciencia no tiene como objetivo refutar a Dios, ha logrado ofrecer explicaciones físicas, biológicas y matemáticas a fenómenos que antes eran atribuidos exclusivamente a lo divino. Sin embargo, lo que no podemos negar es la existencia de Dios como concepto: como una construcción simbólica y emocional profundamente arraigada en la historia humana.

El ser humano, enfrentado a su fragilidad, al dolor, a la muerte y a las injusticias del mundo, ha encontrado en la idea de Dios un consuelo, una promesa de redención, una esperanza de sentido. En este sentido, Dios funciona como un constructo social, producto de nuestra necesidad colectiva de protección y trascendencia. Existe en las creencias, en los rituales, en las normas morales y en la cultura, aunque no necesariamente en una dimensión metafísica.

Algo similar ocurre con el amor. En este caso, la ciencia ha tenido más éxito en explicar su origen: el amor es un fenómeno químico, biológico y psicológico. Lo que tradicionalmente hemos llamado “amor romántico” puede entenderse como un conjunto de reacciones hormonales, emociones codificadas socialmente y vínculos psíquicos forjados por la experiencia y la cultura. Sin embargo, no es aquí donde reside el principal problema, sino en cómo hemos occidentalizado el amor, imponiéndole los moldes de la monogamia, la heterosexualidad obligatoria y la exclusividad emocional.

Aunque hemos evolucionado desde nuestros impulsos animales hacia formas complejas de pensamiento y organización, seguimos atrapados en contradicciones. Nuestra razón nos permite cuestionar normas impuestas, pero también nos somete a ellas. Así se genera un conflicto permanente entre lo que deseamos y lo que la sociedad espera de nosotros, entre nuestro "ello" instintivo y el "superyó" cultural. En este choque, el amor ha sido elevado a un ideal casi inalcanzable, que promete completitud pero raramente se cumple. ¿Qué ocurre entonces cuando nuestro cuerpo no responde con intensidad ante otro ser humano? ¿Es menos amoroso? ¿Es menos válido?

Dios y el amor nacen como intentos por explicar lo desconocido. El primero, para dar sentido a los fenómenos naturales; el segundo, para dar forma a un tipo de conexión emocional que nos desborda. Ambos son imposibles de negar en su presencia social, pero completamente discutibles en sus formas tradicionales. Dios como divinidad sobrenatural, y el amor como exclusividad eterna entre un hombre y una mujer, son conceptos que pueden y deben ser revisados críticamente.

La idea de un amor único, eterno y exclusivo es profundamente egoísta y contraria a nuestra naturaleza humana, al menos en su generalización. Las tasas crecientes de infidelidad, separaciones y divorcios demuestran que ese modelo está en crisis. Esto no implica negar el valor de los vínculos profundos ni deslegitimar a quienes eligen la monogamia con plena conciencia. Por el contrario, un pensamiento progresista debe reconocer y valorar las diversas formas de amar, mientras rechaza aquellas imposiciones sociales que limitan la libertad emocional y afectiva.

Debemos asumir, entonces, que las relaciones humanas son imperfectas, variables, y construidas desde la cultura. No obedecen a un destino divino ni a una verdad absoluta. El “para siempre”, el “solo contigo”, y la “heterogeneralidad” como norma deben ser vistos como narrativas culturales más que como verdades universales.

Particularmente, el concepto de amor me parece más complejo que el de Dios. Dios puede entenderse como una antigua respuesta al vacío existencial, una figura reguladora que ya no necesitamos si tenemos conciencia crítica. En cambio, el amor, con todas sus capas culturales, psicológicas y emocionales, continúa siendo una fuente inagotable de preguntas, deseos y contradicciones.

Dios seguirá presente en nuestras sociedades, no como una entidad real, sino como un símbolo persistente. El primer paso para liberarnos de su control social y moral es aceptar que solo existe como concepto, como esperanza, como metáfora personal y colectiva. No es más que un reflejo de nuestras aspiraciones, nuestros miedos y nuestras carencias.

viernes, 30 de agosto de 2013

La memoria de la derecha a 40 años

Comprender el discurso de la derecha chilena respecto a la dictadura resulta, en ocasiones, casi imposible. Las sociedades construyen su memoria en base a vivencias personales y colectivas, las adaptan según sus necesidades, ya sea por comodidad, protección o conveniencia. Esta memoria puede apoyarse en la historia oficial o alejarse de ella. Sin embargo, en el caso de la derecha, el ejercicio de memoria histórica ha sido particularmente regresivo. No solo por su incapacidad de avanzar hacia un pensamiento de reconciliación y justicia, sino también por el contraste con la incansable labor de quienes han luchado por los derechos humanos y por la memoria de las víctimas.

Durante la dictadura, madres, padres, hermanos, hermanas, hijas e hijos de los detenidos desaparecidos y ejecutados políticos vencieron el miedo y salieron a las calles. En múltiples ocasiones, recorrieron la Alameda con pancartas, fotografías y gritos que relataban las historias de sus seres queridos. Esa lucha valiente, silenciosa y persistente, sembró una conciencia colectiva que fue decisiva para que, con el retorno a la democracia, las violaciones a los derechos humanos comenzaran a ser ampliamente condenadas. A pesar del paso del tiempo y la deuda de justicia aún pendiente, estas organizaciones cumplieron un rol fundamental al instalar el debate en todos los espacios, incluidos los políticos y educativos. Su aporte fue tan profundo que ni siquiera ellos imaginaron la magnitud de su legado.

Hoy, la derecha no puede justificar las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura bajo el argumento de haber "salvado al país del marxismo internacional". En su afán por encontrar una explicación racional a lo que fue una cruenta barbarie, han optado por modificar su discurso y distorsionar su memoria. Un ejemplo común es la frase “lo que pasó en la UP”, que pretende equiparar el boicot económico promovido por Estados Unidos y el desabastecimiento con un golpe de Estado y 17 años de represión. Esta postura representa no solo una tergiversación de los hechos, sino también una grave irresponsabilidad histórica.

Más preocupante aún es el discurso de las nuevas generaciones de la derecha, especialmente entre jóvenes gremialistas, quienes han intentado desvincular el golpe de Estado de las violaciones a los derechos humanos. Afirman que los crímenes fueron responsabilidad de "grupos aislados" dentro de las Fuerzas Armadas, lo cual minimiza la sistematicidad del terrorismo de Estado. Esta narrativa recuerda peligrosamente a la Alemania de posguerra, donde muchos se preguntaban: ¿y quiénes fueron nazis?, como si nadie hubiera sido parte de ese régimen.

Este intento de reinterpretación evidencia que, frente a una sociedad que hoy rechaza transversalmente la violencia y el autoritarismo, la derecha se ve obligada a alterar sus recuerdos para encajar en el presente. Para justificar lo injustificable, han creado un relato paralelo donde el golpe significó “libertad”, la dictadura trajo “progreso”, y las atrocidades cometidas fueron errores aislados. Todo esto a pesar de la abundante evidencia histórica, judicial y documental que demuestra lo contrario. Se trata de un ejercicio deliberado de negacionismo, cuyo único propósito es proteger un legado que no resiste el juicio ético ni histórico.

El 11 de septiembre de 1973 es una fecha que muchos quisiéramos borrar de nuestra memoria. Es comprensible: el ser humano tiende a olvidar lo que le duele. Sin embargo, en sociedades heridas por el autoritarismo, la memoria no es solo un derecho; es también un deber. Recordar es fundamental para construir un futuro distinto, donde la verdad y la justicia sean pilares inquebrantables de nuestra democracia.