Había una vez un niño que habitaba en los suburbios de Santiago,
vivió en varios lugares bien atrás en el rezago,
el niño tenía una
familia de clase trabajadora, un padre que tuvo sueños, pero que la dictadura opresora
en pedazos los rompió, persiguiéndolo y expulsándolo de la
universidad como llegó,
la madre de este niño
una mujer sencilla, humilde, dueña de casa, pero también muy pilla,
en ese lugar de esfuerzo creció este niño, al cual trataron con
mucho cariño
la mejor educación
posible trataron de dar, en la casa como el colegio para así poder triunfar.
El niño fue siempre cortés y educado, un niño muy bien
criado,
lo educaron desde abajo, para conseguir los sueños que el
papá y la mamá siempre vieron con anhelo
lucho contra su
destino, porque siempre fue rebelde y tampoco nunca fino,
de casa y la vida quería salir corriendo, su naturaleza él mismo estaba venciendo
Se formó un pensamiento con lo que escuchaba en casa y como
siempre el papá a su economía rebasaba
compraba un librito, que
leyendo este niñito, harto, harto él pensó y una buena autoeducación él solito
se formó
pero un día un suceso del que tenía que hacerse responsable,
casi lo afrenta, casi quiebra sus sueños, su corazón y pensamiento,
él niño ya no era niño, ahora también sería padre, trabajar
debería y estudiar quizás más tarde,
pero con sus grandes padres y su compañera fiel, él no sería
uno más y rompería su troquel
ahora el niño padre trabajaría fuerte de día y estudiaría
intensamente de noche, para así el fin de semana también acarrear un coche,
el sistema le había dicho a su familia y al niño padre que
si estudiaba él hasta tarde
llegaría un día en que solo con su mente un buen trabajo
tendría
y así el niño padre a su familia mantener y si quedaba algo
de tiempo a su hija ver crecer.
Estudio, estudio y estudio y también trabajo, por supuesto
el fue padre y con ayuda de su madre
y su compañera fiel, llegó el día que esperaban, desde que en los suburbios soñaban.
se subió de frack el niño padre y de mano de una extraña su cartón
recibió.
Lunas pasaron, soles pasaron, árboles navideños, fuegos artificiales,
también llegaron
y el niño padre veía cómo el trabajo que tanto deseaba, solo
era una ilusión, puesto que en su país cabrón,
si se quiere
trabajar, cualquier chaucha debes recibir o de hambre has de morir
su titulo de nada valía, porque eso de ser profesor en
este país de mentira es como ser una
porquería,
y así este niño padre que ya no era niño sino viejo despertó
y se dio cuenta más aún que su patria le mintió.
Felipe Alvear Cordero
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