jueves, 30 de junio de 2011
¿Cuándo escucharán al pueblo?
lunes, 20 de junio de 2011
Bienvenido a la Dictadura Chilena
En un país que presume de ser democrático, la decisión del entonces presidente Sebastián Piñera de licitar por 150 mil millones de pesos un sistema de vigilancia digital para monitorear redes sociales —como Facebook, Twitter y otras plataformas— no solo resulta escandalosa, sino que cruza peligrosamente el umbral que separa la democracia de la dictadura. Lo que está en juego no es menor: se trata del derecho a la libre expresión, la piedra angular de cualquier sociedad que se diga libre y pluralista.
Este intento por fiscalizar las opiniones de ciudadanos comunes y corrientes marca un retroceso alarmante. ¿Dónde queda el derecho a opinar sin miedo? ¿Dónde está la promesa de una democracia madura, que tolera la crítica y fomenta el debate? ¿Cómo puede justificarse que recursos públicos, que podrían ser utilizados para fortalecer la educación o la salud, se destinen a vigilar el pensamiento y la palabra?
La respuesta del gobierno es predecible: seguridad, control, “gestión de crisis”. Pero lo que realmente se esconde tras esta medida es miedo. Miedo al descontento legítimo de una ciudadanía que ya no tolera el abuso, la desigualdad ni la desconexión de sus autoridades. Y como suele suceder cuando las estructuras de poder sienten que se tambalean, la respuesta es represión, camuflada de orden.
Esta práctica recuerda a los capítulos más oscuros de nuestra historia reciente. Como hijo de un hombre que vivió y resistió la dictadura, no puedo sino indignarme al ver cómo se amenaza nuevamente la libertad que tanto costó recuperar. No fueron pocas las vidas, las desapariciones, el dolor que se vivió bajo el régimen de Pinochet, para que hoy —en plena era digital— tengamos que volver a cuidarnos de pensar distinto, de hablar con libertad, de compartir una opinión.
Porque sí, desde ahora, incluso este humilde texto podría ser leído, archivado o clasificado por un agente de inteligencia del Estado. Y aunque no haya consecuencias visibles de inmediato, el solo hecho de saber que alguien te observa, inhibe. Y cuando el pensamiento se inhibe, cuando la palabra se autocensura, la democracia se resquebraja.
En paralelo, el país arde de inconformidad: universidades y colegios en toma, estudiantes movilizados, una ciudadanía cada vez más crítica, mientras la aprobación del gobierno se desploma. Chile vive un momento de despertar social que desborda los márgenes de lo permitido por el poder. Es entonces cuando surge el intento de controlar no solo las calles, sino también el ciberespacio: el nuevo territorio de organización, denuncia y conciencia colectiva.
No podemos permitirlo. La represión del pensamiento es la última muralla que les falta levantar para consolidar un modelo autoritario con rostro democrático. Y la pregunta es inevitable: ¿vas a dejar que lo logren?
Como dijo Marat, asesinado por Corday en nombre del "orden":
"¡Oh, libertad! ¡Cuántos crímenes se han cometido en tu nombre!"
Hoy más que nunca, debemos recordar que la libertad no se mendiga. Se defiende. Con la palabra, con la organización, con la convicción de que ningún poder tiene derecho a silenciar a su pueblo.
(Link referente al tema, publicado en el BLOG)