Para el radicalismo, que nace luchando por justicia, que sufrió en carne propia las violaciones a los derechos humanos, constituye una deshonra espantosa ver en el día de hoy que la prensa indique que aparentemente el último Ministro de Justicia de Michelle Bachelet, seria quien habría boicoteado el cierre del penal Punta Peuco, ad portas del final del gobierno de la Nueva Mayoría.
Ese ex ministro, se llama Jaime Campos, es militante del Partido Radical.
Si esta situación es lamentablemente verdadera y el correligionario, realizó, o para ser más preciso, NO HIZO NADA para promover nuestros ideales en el gobierno, nuestro gobierno, como nuestro ministro, entonces cabe preguntarse:
¿Qué hemos hecho como radicales, para enterrar a la tiranía y sus deleznables redes de corrupción?
¿Qué hemos hecho como radicales, para terminar con las injusticias actuales y pasadas en Chile?
¿Qué hemos hecho como radicales, para cerrar Punta Peuco?
Quedará en nuestra conciencia esa respuesta y significara un doloroso llamado para volver a la urgente lucha, disciplinada y consecuente, que nos requiere el país.
Hace poco tiempo, me tocó hablar sobre la indisciplina política. Este punto fundamental, en un partido que se caracteriza por no dar órdenes, en confiar en la calidad doctrinaria de sus militantes, está llevando a la relativización del radicalismo, en convertirlo en nada, en una bazofia electoral que acepta toda injusticia. Por ello es un cáncer dentro de cualquier colectividad y especialmente en el radicalismo, el antiguamente llamado "partido de los ideales". Sin ideales, no tendremos nada. No seremos nada.
¿Cómo puede funcionar un partido, si sus máximos exponentes públicos como son aquellos que gobiernan Chile en nombre del partido, no siguen el actuar propio de un radical, donde sus militantes actúan cada uno según su propia conveniencia, sin tener un marco ideológico?
Eso sencillamente no funciona, y no importa en lo absoluto cualquier clase de argumento improvisado que dé el ex ministro Campos. CUALQUIER RAZÓN PERSONAL, SE DERRUMBA FRENTE AL ACCIONAR COLECTIVO, frente a la lucha que ha llevado el Radicalismo en su historia, donde perpetuar los privilegios de una elite, es la antípoda a la construcción de un Estado con una política popular y en servicio de los más desposeídos. El accionar del ex Ministro Campos, en posesión del poder, es obra de quien lleva años sin militar activamente, sin participar de una asamblea, sin pisar la sede del Partido, o mucho menos estar en contacto con las bases Radicales, lo que al final te desconecta del sentir popular, te desclasa, y pasas de formar parte de una democracia a representar los intereses de una aristocracia, priorizar por sobre lo colectivo, los deseos personales.
De no reivindicarse públicamente, hoy Jaime Campos pasa a la Historia como el Traidor de la Presidenta, un desviado del radicalismo, y por ello deja de ser un Correligionario.
Porque no es posible para ningún radical, llamar "correligionario" a una persona que siendo Ministro de Justicia, le negó a todo un pueblo, a todo su partido, precisamente la Justicia. Acto cobarde digno de la derecha más reaccionaria, de los esbirros de la tiranía, no de un ciudadano demócrata, mucho menos de un auténtico militante radical.
Por ello, exijo como chileno y radical, explicaciones públicas a la brevedad, de usted señor Campos. No solo de este bochorno, sino de su actuar total como ministro y si dichos actos se condicen con nuestros magnos ideales. Es una obligación ética ineludible, que dé estas explicaciones públicas a la ciudadanía toda, a las bases radicales, y al Comité Ejecutivo Nacional del Partido Radical. De no ser así, o si las explicaciones fueran insuficientes, el partido deberá proceder a su inmediata expulsión, porque a diferencia de nuestro país, que ha tenido la desdicha de soportar esta clase de injusticias durante tanto tiempo, el radicalismo no las cobijara en su seno y las erradicará allí donde se encuentren.
A mis correligionarios de corazón, sepan que siento al igual que ustedes plena vergüenza de este hecho, pero eso no debe afligirnos. Al contrario, debemos ser una voz estruendosa que no se acalle jamás frente a la ignominia. Estamos llamados a restaurar la verdad, la justicia, y a hacerla sentirse más fuerte que nunca. De nosotros depende.
Se despide
Felipe Alvear Cordero